jueves, 19 de abril de 2012

Bibliotecarios, robots, arqueólogos y guardianes del templo

Bibliotecarios, robots, arqueólogos y guardianes del templo:
Una vez aceptada la invitación para escribir en un blog dedicado a los bibliotecarios, llega el problema de pensar qué es lo que puedo yo decirles y que sea de interés para ellos y ellas. Perdonadme, amantes de las letras que a partir de este momento políticamente correcto, decida emplear las formas neutras que aprendí en mi colegio, pues eso de duplicar los sujetos para no olvidar a ninguno de los géneros, me resulta difícil. Así que entended por favor que cuando hable de bibliotecarios, hable de todos y todas. Ya lo he vuelto a hacer.
Imagino a los bibliotecarios como personas felices. Tanto como lo estaría un veterinario en un Zoo. Y siento envidia de su trabajo, rodeado del objeto más maravilloso que se ha inventado, en mi humilde opinión, que es un libro. Supongo que sin amar los libros, no es posible dedicarse a cuidarlos. Y eso, por encima del estereotipo del "ratón de biblioteca" que todos imaginan, me inspira a alguien que ama la vida y las ventanas al mundo que se esconden tras las cubiertas de un libro, pues como decía Adolfo Bioy Casares 
"Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros".
El libro, como objeto de culto, o ser vivo. Y aquí es cuando me llega la inspiración que buscaba cuando abrí el procesador de textos. ¿Qué sentido tiene un bibliotecario en el mundo digital que nos aplasta?
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